domingo, 15 de julio de 2012

Día 12: el Danubio, ¡siempre es el Danubio!


Hola corazones, en anteriores episodios de “Interraileros desesperados” pudimos ver como nuestros amigos acababan durmiendo en un motel de carretera con unos checos entre majos y plastas… ¿Qué sucederá después? Lo averiguareis después de esta pausa publicitaria.


Buenas, tras dormir en el motel, con unas vistas a una vía de tren abandonada y con unas camas más cómodas de lo esperado [normal, ya que llevábamos 2 días sin una cama decente], los chicos nos levantamos pronto para pegarnos una buena ducha en los cubículos del baño. Muy refrescante, sí, pero nada comparado con nuestra ducha “fresquita” en Budapest XD.

Una vez vestidos y preparados, nos dispusimos a buscar una lavandería en Praga, lo más cerca posible del albergue, para así poder limpiar la ropa que llevábamos (por lo menos en mi caso) sin lavar desde el apartamentito de Zagreb, hacía casi una semana.

 Ya habíamos encontrado  una que tenía buena pinta, llamada LaundryLand, cuando las chicas llamaron a la puerta de nuestra habitación para ver si seguíamos con vida y eso.
Cogimos todos nuestros bártulos y en un momentito me puse las lentillas. Era un nuevo día, ya habíamos hecho el Check-out del motel y nos dirigíamos a nuestro nuevo y prometedor albergue en pleno centro de Praga.

Para ello era necesario coger el tranvía, bueno, en realidad eran dos tranvías, el número 26 una parada, y un trasbordo al número 9 hasta la parada de justo después del río. 20 minutitos en tranvía más tarde, ya habíamos  abandonado los suburbios de Praga para adentrarnos en pleno centro histórico. Cuál fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que, desde la parada del tranvía, el albergue quedaba a menos de 5 minutos de distancia.

Atravesamos un parquecito muy cuco con unas estatuas un tanto desconcertantes; y en cero coma estábamos en la recepción del que sería nuestro alojamiento durante los próximos 4 días.
La chica de la recepción era muy maja y nos dijo que no pasaba nada porque hubiéramos llegado un poco antes de la hora prevista (dijimos que llegaríamos a las 23:00) e incluso nos dejó las llaves de las taquillas para guardar las cosas para que pudiéramos ir tranquilamente a conseguir más coronas checas (las que habíamos cambiado el día anterior se nos habían quedado cortas).

Un poco más ligeros de equipaje, ya nos dirigimos hacia la famosa lavandería (con bolsas enormes llenas de ropa sucia). Para ello tuvimos que ir por una de las calles principales de la ciudad, que casualmente cruzaba el río.

 Sí, el río; ya nos habíamos acostumbrado a la presencia del abrumador Danubio en casi todas las ciudades en las que habíamos estado, asique, como no (y dado que no somos geógrafos precisamente) llegamos a la conclusión (finalmente errónea) de que ese río tan caudaloso que atravesaba la ciudad, no podía ser otro que el Danubio [Bety: el Danubio, ¡siempre es el Danubio!].
Seguimos el curso del río y nos adentramos en la zona antigua, cerca del puente de Carlos, donde dimos un paseo por las tiendas de souvenirs y descubrimos los tours gratuitos de Praga.

En una pequeña esquinita, encontramos un cajero automático, donde sacamos el dinero que nos hacía tanta falta, y mariano se compró un helado de pistacho.
Un par de callejuelas más, y llegamos de nuevo a la calle principal, para retomar nuestra épica búsqueda de unas lavadoras.

A lo largo de toda la calle principal se extendían múltiples fachadas bohemias que nos confirmaban el rumor de que Praga es una ciudad de cuento. Habiendo andado un rato en línea recta, y tras tres cambios de nombre de la misma calle (cosa rara, porque no giraba ni nada, era la misma calle pero de repente cambiaba de nombre porque sí), nos encontramos un McDonald’s. Este hecho es importante ya que el hambre apretaba, era pasado mediodía y… (Prepárense abuelas histéricas de la audiencia)¡No habíamos desayunado!

Allí nos dimos cuenta de que sabíamos que había una lavandería, pero no el nombre de esta. Asique decidimos buscarlo gracias a las bondades del free Wi-fi de los bares/restaurantes cercanos.
Vamos, que seguimos andando y llegamos hasta la Torre de la Pólvora, en pleno centro histórico de la ciudad, por lo que dimos media vuelta para ver dónde nos habíamos dejado la lavandería.
Muy irónicamente, nuestro destino se encontraba dentro de un pequeño centro comercial, ¡al lado del McDonald’s! Y nosotros andando como idiotas…

Bueno, que entramos al establecimiento y nos atendió una señora (un tanto borde) en inglés con un acento eslavo muy marcado. Dividimos la ropa por colores, y siguiendo la chirigota de “las muchachas del congelao”, pusimos el detergente en el hueco grande, empujamos con fuerza la puerta hasta que hizo “click” y le dimos al botón de encendido.

Dos lavadoras más tarde, decidimos meter la ropa en la secadora en el programa corto de 8 minutos, pero salió empapada igualmente (normal, ropa para una semana de 5 personas, toda junta). Pero con otro secado la ropa quedó medianamente seca y lista para guardar.
Tras eso, la idea era ir a una hamburguesería que tenía menús por 2’5€, que estaba al lado del río, sin embargo, el hambre nos pudo y decidimos probar suerte en un restaurante chino que había en el mismo centro comercial.

Era caro, todo hay que decirlo, pero la comida sabía bien [Javi: excepto el cerdo agridulce, ¡eso no tenía nada de agridulce!] y, por lo menos yo tenía antojo de chino… Los platos eran un poco pequeños en comparación con los de España, pero en general eran buenos. No obstante, las chicas tuvieron una mala experiencia al pedir rollitos de primavera y descubrir que eran rollicitos, porque eran minúsculos… [Eri: en la foto parecían más grandes…]

  Con los estómagos llenos, volvimos al albergue,  dejamos la ropa colgada entra las camas (de manera que parecía un bazar) y pagamos lo que nos faltaba para ser oficialmente huéspedes del albergue.
Entre unas cosas y otras (sobre todo porque para cuando quisimos llegar al albergue eran casi las 18:00), se nos pasó la tarde en el albergue, por lo que decidimos salir a comprar la cena en un Billa, y dar una vuelta por el centro de noche.

La compra fue bastante productiva, ya que tanto chicos como chicas compramos un montón de guarrerías. Lo único, que ambos grupos coincidimos al comprar unas uvas, muy ricas, por cierto.
Finalmente nos perdimos un poco por el centro de Praga (cerca de la torre de la pólvora), que estaba precioso iluminado y con diversos músicos dándole ambiente a las plazas y callejuelas.
De esa parte habría habido más fotos, pero a Mariano se le había muerto la cámara guay, asique nos prometimos volver a esa zona otra noche…

Un poco cansados de todo el día, y con un ajetreo bastante importante a nuestras espaldas, volvimos al albergue y caímos rendidos en la cama.

Al día siguiente las chicas madrugarían para ver la iglesia del niño de Praga, mientras los chicos recuperábamos horas de sueño.

Aún así, habíamos descubierto los tours gratuitos, que nos ayudarían a tener una visión general de la ciudad en poco tiempo. Desde que llegamos a Praga todo parecía perfecto y los miedos desarrollados en Vienna habían desaparecido. Lo único malo era que el río no era el Danubio… pero ¿qué más se le podía pedir a la, ya maravillosa, Praga?


LECCIONES DEL DIA

-          No fiarse del tamaño de la comida que aparece en una foto
-          Con 8 minutos no puedes secar la ropa de cinco personas
-          Las ciudades de noche merecen mucho la pena
-          Por Praga no pasa el Danubio, sino el Vltava


PD: las ratas/abominaciones del McDonald’s siguen bien ^^



Saludos a los terrícolas, de parte de Javi

1 comentario:

  1. ME ALEGRO QUE ESTEIS MAS DE UN DIA EN UNA CIUDAD.-
    ESTOY DE ACUERDO CON LOS COMENTARIOS SOBRE LO RAPIDO QUE VAIS. POR FAVOR COMED BIEN Y DESCANSAD. SI OS DEJAIS COSAS POR VER, ASÍ TENDREIS MOTIVOS PARA VOLVER. CHICAS, TENED CUIDADO CON LOS TIOS "MAJOS" VAN DE LISTOS POR SI PILLAN ALGO. BESOS A TODOS. VICTOR: MUCHOS BESOS DE PAPA QUE ESTÁ ENCANTADO CON LA MONEDAS QUE LE VAS A TRAER.

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