lunes, 23 de julio de 2012

Día 17: Y Pocoyó mandó a su ejército de Zarigüellas a bombardear cementerios de Zumos


¡Hola interraileros desesperados!
Os habla Bety desde el húmedo Berlín. Hoy ha sido nuestro primer día en condiciones en la ciudad y ¿a que no sabéis qué? Pues sí, ha llovido a cántaros y no hemos podido hacer ni la mitad de lo que yo tenía pensado hacer.
Nos despertamos tras pasar casi toda una noche en vela. Por un lado, los chicos y Eri tuvieron que compartir habitación con unos tipos muy grandes que no dejaron de hacer ruido. Por el otro, Dámaris y yo aguantamos una noche con unas francesas que se montaron una fiesta en nuestra habitación con sus amigos. Nos invitaron y todo a alcohol. Tranquilos papás y mamás, que no bebimos y además tampoco era muy fuerte. Se emborracharon después de beber una hora una botella de vino rosado. Todos locos.
A lo que iba, tras esa noche movidita desayunamos (las chicas comimos leche con rebanadas untadas de una imitación de nutella, los chicos leche con galletas de chocolate) y los chicos nos pidieron que si se podían venir a nuestra habitación porque sus compañeros de habitación daban miedo. No sabemos su nacionalidad pero parecían vikingos sacados del Ragnarok.
Trajeron sus cosas a la habitación y salimos a la calle para vernos Berlín pasado por agua. Lo primero que vimos fueron los restos del muro que decidimos seguir.  Aunque las oficinas de turismo dejan bastante que desear, Berlín tiene muchos carteles en los puntos clave que te van informando de su historia. Así pudimos reconocer muchas cosas que no salen en el mapa marcadas.
¡Ay! Se me olvidaba. Lo más destacado de este día es que hemos decidido hablar en código. Como no podíamos evitar hacer muchos comentarios sobre nazis y judíos y para que la gente no nos viera mal decidimos cambiar las palabras para que no fueran tan agresivas.  A saber: Hitler es Pocoyó; los nazis son zarigüeyas;  los judíos, zumos; los comunistas, papagayos; y los americanos, aguiluchos. Como ya sabéis el código, entenderéis el título de hoy.
Como iba diciendo, bajamos por el muro de Berlin, leyendo los carteles, y viendo todos los problemas que tuvo la gente para poder atravesar el muro y cómo mucha gente se vio sorprendida con la división en diferentes partes de la ciudad.
En un momento dado, nos apartamos del muro, que en esa parte me desilusionó bastante ya que yo lo imaginaba lleno de pintadas y símbolos que marcaran libertad y nos encontramos con una pared gris y triste que en muchos puntos sólo eran postes marrones. Más tarde, me he enterado que la zona donde está eso que yo imaginaba por el muro estaba en otro lado.
Separados del muro, fuimos hacia el Reichstag que  (ya que ninguno de mis amigos sabía qué era) es el parlamento de Alemania. Había mucha cola, y subir a la cúpula sólo se puede hacer con reservación por lo que pasamos de verlo, nos hicimos la típica foto y seguimos nuestro camino hacia la Puerta de Brandemburgo.  De camino a allí, vimos un monumento a los caídos soviéticos en la toma de Berlín del 45.
La Puerta de Brandemburgo era enooorme y estaba hasta arriba de gente. En mi opinión está muy bien situada, pues se encuentra en una enorme avenida que mirando hacia un lado ves la estatua de la victoria y mirando hacia el otro el barrio antiguo de Berlín. Allí nos encontramos más carteles. En mi inocencia pura, pensaba que la Puerta de Brandemburgo fue consruida en el siglo XX durante el gobierno de Pocoyó (ya que quería reestructurar Berlín y todo eso) pero ¡no! La puerta data del siglo XVIII y fue varias veces reconstruida. Incluso la figura central, la más llamativa y conocida no es la original, ya que durante la II Guerra Mundial quedó totalmente destruida y hubo que volverla a hacer.
Llegados a allí decidimos parar a comer. Yo quería ver muchas cosas y por tanto llevaba todo el día cargando con una lata de salchichas y pan para comer en un momento y seguir nuestro camino sin perder tiempo. Pero ese no era el plan de los chicos que querían comer de restaurante por lo que, mientras nosotras bajo un techo medio decente nos dispusimos a comer nuestro bote de salchichas alemanas que estaban riquísimas, los chicos se dispusieron a buscar un sitio baratito donde comer cosa que, estando en el centro turístico de la ciudad, era un poco difícil. Por suerte, consiguieron encontrar un italiano cuyos precios eran decentes.

A eso de las cuatro y media nos volvimos a juntar y seguimos nuestro camino en dirección a la estatua de la victoria. En vez de ir por la calle principal, que es por donde pasa todo el mundo, fuimos por una calle paralela que atraviesa el parque famoso de Berlín (o no tan famoso) el Tiergarten.  Llegamos a la estatua de la victoria y descansamos un rato allí. La estatua también era más antigua de lo que me esperaba, se construyó en conmemoración de la victoria de Prusia frente a varios países y su unificación. Milagrosamente, durante II Guerra Mundial no sufrió daños graves y pudimos observar las marcas de las balas y las bombas que cayeron alrededor.
Un poco más descansados, tomamos el camino de vuelta a la Puerta de Brandemburgo para ver el Monumento al Holocausto. Al contrario que con el muro de Berlín, este sí me impresionó. A través de las fotos no me decía nada, me parecía sencillo, carente de emoción. Pero una vez dentro, entre sus enormes y diferentes bloques de piedras todo cambia.  Es un gran laberinto de piedras que poco a poco te hace perder la noción de donde estás.  Y el extraño contorno del suelo te hace ver que cada una de las piedras es totalmente diferente a las otras aunque de fuera parezcan todas iguales.
Tras un largo rato perdidos entre la magnitud de ese monumento, que aunque no es muy grande lo parece, conseguimos entrar en el museo del monumento situado debajo de él en el que cuenta todo el horror que sufrieron los contrarios al régimen zarigüeya durante la II Guerra Mundial. El museo es realmente impactante, y leer los testimonios de la gente que sobrevivió me conmocionó mucho. Realmente las barbaridades a las que llega el ser humano son incomprensibles para mi capacidad de raciocinio.
Salimos del monumento cuando ya cerraban, eran las ocho de la tarde. Como los chicos (y aquí hablo en general) estaban cansados debido a la mala noche que pasamos, decidimos volver al hostel (aunque yo quería ver el Checkpoint-Charlie), cenar y dormir.
Antes de ir al hostel, cenamos en el kebab donde habíamos cenado el día anterior. Aquí aprovechamos para comer un poco de carne decente. ¡Comimos pollo asado! ¡Ñam!
Tras cenar, volvimos al hostel pensando en cómo pedirles a nuestras compañeras de cuarto que dejasen a Eri, Vik, Javi y Mariano dormir cuando nos encontramos que ellas habían invitado a los suyos. De golpe y porrazo nos vimos con que nuestras nuevas compañeras, que eran españolas, habían invitado a 4 vascos a dormir en la misma habitación.  De esta manera, estábamos 12 españoles, 2 finlandesas y una australiana en una habitación de 10 camas. Por suerte, de los nuestros sólo Mariano tuvo que dormir en el suelo. Aún así, también fue una noche movidita porque los vascos, que estaban grabando un documental del Interrail, también se montaron una fiestita durante la noche que, al parecer, fue muy mala y ruidosa. O al menos eso dicen mis compañeros de viaje, yo realmente ni me enteré de que estaban.
Y hasta aquí fue nuestro primer día decente en Berlín. Todo pasado por agua (Benditos chubasqueros) y fiesta.
Seguiremos informando.
Bety
LECCIONES DEL DÍA:
#1- En Alemania llueve. SIEMPRE. Aunque brille el sol.
#2- La próxima vez que no tengamos albergue, hay que acoplarse a un pequeño grupo de españoles que sí tengan y dormir en el suelo by the face. Se puede.
#3- Los vikingos siguen existiendo. Han cambiado los cuernos por los tatuajes.
#4- Si ves el mínimo indicio de que tus compañeros son vikingos y no están en la habitación. Bloquea la puerta y no les dejes pasar.
#5- Con lluvia vas a ir más lento. No planees mucho para esos días porque te quedarás a medias.

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