sábado, 7 de julio de 2012

Día 6: Београд ¿Qué coño es eso?


Tras nuestra grata visita a Zagreb cogimos el tren directo a Belgrado, que casualmente era la misma línea que utilizamos para ir de Villach a Zagreb, pero llegando hasta la última ultimísima parada.

En realidad hubo un pequeño problema con los asientos porque nos montamos por error en el vagón de primera clase (misteriosamente eran casi idénticos a los vagones de segunda clase en los que fuimos hace un par de días) y tuvimos que cambiarnos a uno de segunda, que por cierto estaba petado de gente. Por suerte, un habitáculo reservado estaba vacío, y el propio revisor nos dijo que nos metiéramos en ese. ¡Aviso! La única diferencia entre los de primera y segunda clase eran 5 centímetros de separación entre las dos filas de asientos… En fin… no soy quien para juzgar…

Básicamente la mañana entera la pasamos entre raíles y vagones, pero desde las 11:03 que salió el tren de Zagreb, hasta las 17:05 que hemos llegado a Belgrado (o Београд, como lo llaman por estos lares), nos ha dado tiempo a admirar el paisaje, despedirnos por la ventana de las vistas de Zagreb, jugar a culo y a continental con  las cartas, a cantarnos casi todo nuestro repertorio de canciones Disney (escogíamos una película y cantábamos todas sus canciones de principio a fin), a dormir, e incluso Bety pudo terminar lo que le quedaba de la reseña de ayer *cof*vaga*cof* XDD.
En el tren hacia Belgrado

Durante nuestro maravilloso viaje en tren de seis horas también nos dio tiempo a comer. La pitanza del día de hoy ha sido escueta, pero satisfactoria; un huevo cocido, cortesía de “le moi” (ya echaba de menos estar “tras los fogones”) y un cacho de pan y una pieza de fruta, gracias a la inestimable ayuda de las chicas, que fueron al mercadillo de frutas y verduras de Zagreb temprano por la mañana.

Otro dato a destacar de la travesía es el ligero… ¿a quién intento engañar? ¡El maldito y agobiante calor que 
hacía en el tren! En cuanto hemos atravesado la frontera croata ha empezado a hacer un calor que haría suplicar por un vaso de agua al mismísimo Satanás. Solo os diré que sudé menos en Roma con el mochiloncio a cuestas que en un rato tumbado en el vagón.

Las vistas desde el tren
Eso sí, el viaje ha sido tan entretenido que no me lo creía cuando vi que habían sido 6 horas. Solamente el final se hizo un poco más pesado ya que el calor era insoportable. Pero ver el Danubio desde el tren sirvió para calmar un poco el bochorno.

Al llegar a la primera estación en Serbia nos tomábamos a risa el no entender ni papa de cirílico, pero según nos íbamos acercando a Belgrado y veíamos el ambiente de los edificios y la gran cantidad de carteles inentendibles, la diversión que se le pudiera ver al asunto iba pasando a un segundo plano.

La estación de Belgrado centro, tiene un encanto similar al de las demás estaciones del este de Europa, pero, además es final de trayecto. Se puede ver el final de las líneas de trenes de media Europa todas organizadas en una sola estación. Lo mejor de todo es que los trenes permanecen en descanso hasta que vuelven a partir, por lo que se puede ver una gran diversidad de ellos aparcados uno al lado del otro. ¡¡Había incluso un tren idéntico al Orient Express de Agatha Christie!!
Београд, o Belgrado para los amigos

La primera impresión que nos ha dado Serbia es un país tercermundista (Dámaris: el 2.5 mundo), peligroso, oscuro y lleno de mafiosos y terroristas [incluso me imaginaba a los viandantes con metralletas por la calle y a mafiosos que nos querrían secuestrar para robarnos los órganos tras cada esquina]. Sin embargo, según hemos ido conviviendo con los serbios podemos decir que ese estereotipo es totalmente falso (por lo menos en cuanto a lo que respecta al centro).

Al llegar el puesto de información turística estaba cerrado, por lo que decidimos andar un poco por nuestra cuenta en busca de albergue y volver a la mañana siguiente a por un mapa y una guía turística; de todas formas, Mariano se había descargado el mapa de Belgrado en el iPad y pudimos tener una referencia mínima.

La estación de Belgrado
Tras cambiar las Kunas que nos sobraron de Croacia por Dinares serbios [cada dinar es poco menos de un céntimo de euro], tratamos de encontrar un lugar donde dormir, aunque todo pintaba muy negro, a pesar de las publicidades que Bety y Mariano cogieron en la estación.

Dato importante: tratando de encontrarnos mirando un mapa, se nos acercó un serbio para preguntar si necesitábamos ayuda con algo, otra muestra más de lo majas que son las gentes del este  con los turistas.
Nos recorrimos el paseo de la estación ida y vuelta hasta que fuimos capaz de localizar el albergue, que se llamaba DownTown Hostel (al final estaba justo enfrente de la estación de tren en la que nos habíamos bajado). Han sido 8€ por persona para una noche, ya que no había plazas libres para mañana por la noche; está muy bien: pleno centro, wifi gratuito, dos duchas, un baño y una zona común a las demás habitaciones con un ordenador de sobremesa y una televisión. Eso sin contar la cocina totalmente equipada y con lavadora =).

La habitación del albergue
Como compañeros de cuarto nos han tocado una chica japonesa de Nagoya y una coreana, muy majas ambas, de hecho he podido comprobar una vez más en cuan alta estima tienen a los españoles estos asiáticos tan simpáticos.

Luego, Bety ha estado ligando con un francés en el hall, pero no ha dado frutos porque se nos ha puesto vergonzosa y no ha sido capaz de articular palabra en esa bella lengua de patatas en la garganta, a pesar de tener un nivel intermedio de francés en la escuela de idiomas.

Tras hacer el check-in y que la recepcionista nos hiciera el pepeleo de la comisaría, nos hemos ido a informarnos sobre el tren nocturno a Budapest, que nos va a salir gratis mientras no cojamos un vagón litera, y nos hemos pasado por el super. Allí hemos comprado 750 gramos de un embutido raro serbio por menos de 2€, que no fueron 7kg y medio gracias a que Mariano se dio cuenta de mi metedura de pata por el cansancio XD. (Dato curioso: hasta la carnicera de ese super de barrio sabía hablar en inglés).

Antes de que se me olvide, al salir del albergue Vik y Dámaris se han empeñado en ir en ascensor, por lo que el Karma se ha vengado de ellos dejándolos encerrados entre dos pisos. Al final no ha sido más que el susto del momento, pues nuestra recepcionista, a demás de maja, es una Mcgiver y les ha sacado del ascensor, aunque yo, personalmente, les prefería ahí dentro (estaban más tranquilitos y daban menos guerra).

Al terminar de hacer la comprilla, nos hemos acercado a un Mcdonalds, gracias a las indicaciones de otro serbio muy amable, y hemos cenado allí. El mismo menú que en España, con el mismo tamaño de hamburguesa, y las patatas y la Coca-Cola grandes, por la mitad del precio del menú en España (300 dinares, unos 3€).
Eri: ¿soy yo o aquí las patatas sí que están hechas de patata?
Bety: ¡El pollo es de verdad pollo! Y he comido algo de verdura *snif*

La vista desde nuestro albergue
Tras esta toma de contacto con la antigua Yugoslavia, nos dirigimos de vuelta al albergue a dormir en nuestras cómodas camitas.
Sigue haciendo calor, y ahora escribo esta entrada mientras las chicas se pegan una ducha antes de dormir, para luego ir a la zona común a relacionarse y Mariano y Vik acaparan en iPad para tomar contacto con la naturaleza… Bueno… en fin… que ya no tengo nada más que escribir, asique me declaro en huelga de escritura hasta dentro de seis días…

Corto y cierro.

Gasto medio del día: 10-15€ (contando el albergue).

Lecciones del día:
-En España nos roban por cualquier cosa que compremos en el Mcdonalds.
- Si la comida es barata, al comprarlo, mejor que sobre a que falte.
-Hay que fijarse bien en los tipos de cambio.
- Relacionarse con los compañeros de habitación es divertido e interesante.
- No hay que juzgar una ciudad (o un país) por lo que digan en la televisión de él.






 Escrito por Javi

1 comentario:

  1. Creo que todos estamos metiendo los comentarios en la primera entrada. Los estáis leyendo?

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