martes, 10 de julio de 2012

Día 7: En serio no, en serbio

Hola, interraileros y madres/padres desesperados.
Saludos desde Belgrado, capital de Serbia.

Desde el otro lado del ordenador (sí, mochileros con ordenador) os retransmite Elena las aventuras hoy vividas.
Nos hemos levantado en la habitación compartida con las dos chicas asiáticas ya mencionadas antes, gracias, por supuesto, al inconfundible “kikiriki” del móvil de Bety.

Nos dispusimos a desayunar y, como siempre, fue un desayuno bastante “light”. Esta vez un vasito de leche y un puñadito de frutitas del bosque: moras y frambuesas (¡mm!).
Nada más terminar nuestro productivo desayuno, abandonamos el piso con nuestras mochilas a la espalda y emprendimos nuestro viaje hacia la plaza de la República para iniciar un tour gratuito por lo que antes habíamos estado considerando una ciudad bastante pobre y conflictiva.
Claro que tuvimos que recorrerla para corregir nuestro error.

Acudimos allí a las once de la mañana, y una guía nativa de allí nos reunió a nosotros con otro grupo de personas para acabar siendo diecinueve en nuestra excursión. Entre toda esa gente cabe destacar que había alemanes, italianos, ¡e incluso dos noruegos! No me quiero imaginar el calor que tenían que estar pasando aquellos dos, con el fresquito que hace en Noruega… (qué envidia). Más que nada lo digo porque Belgrado es una ciudad rematadamente calurosa. Yo no he estado en Sevilla, pero si os digo que es como Sevilla en pleno agosto vosotros comprendéis el calor que hemos estado pasando con mochilas de medio metro incluidas…

Como iba diciendo, empezamos el tour en aquella misma plaza, ya que era un punto de encuentro para los habitantes de Belgrado. Solían decir “quedamos en la plaza del caballo”. La guía comenzó a contarnos que Belgrado era la ciudad que más veces había sido reconstruida, y eso se debe a que era un punto estratégico para otros países que estaban en guerra.
A nuestro alrededor podíamos ver diferencias entre los edificios. Unos de ellos parecían sacados de la serie de “Cuéntame”, otros eran más nuevos y… bueno… otros directamente parecía que pertenecían al milenio pasado.
Esto se debía a que, tras acabar la guerra, en los años 90 hubo un “boom” en la construcción, pues la gente necesitaba ver que estaban en condiciones de seguir adelante, de modo que empezaron a construirse edificios simples, prácticos y funcionales. De ese modo sería eficaz a la hora del avance, aunque, en palabras de la propia guía; “Son muy feos”.

Uno de los edificios antiguos

Cuando por fin terminamos la charla en la plaza bajo nuestro querido y agobiante sol, caminamos por las calles, (sí, muy bonitas, por cierto. Todo cambia de la noche al día), y llegamos hasta una en concreto donde había un poste con varios carteles señalando calles similares a esa en otras partes del mundo. Lo mejor es que uno de los carteles apuntaba a la luna. Según la guía, el que lo puso debía de estar hasta arriba de rakija.

¡Sí! A todo eso, el rakija es la bebida típica de Belgrado. Es una bebida alcohólica muy fuerte que se suele vender (en estos tiempos) en las “cafanas”, que es lo equivalente a los “pubs”. Seguimos por la calle donde vendían esta bebida. Allí era típico que tocasen bandas de música y que, si les pedías una canción, te la tocasen a cambio de una propina, que normalmente se entregaba dentro de los instrumentos. Además, en las bodas se dice que pegaban los billetes a la cara… Me imagino que con sudor, como fuese con pegamento no me quiero imaginar yo luego como lo recuperaban…

Más tarde la guía nos empezó a hablar sobre la lengua de Serbia. Los serbios tienen un alfabeto más grande que el nuestro, compuesto por una letra para cada sonido, y recogen distintas letras y sonidos de Yugoslavia y Rusia.

Nos dirigimos esta vez hacia una mezquita, la última que quedaba como recuerdo de que una vez el Imperio Otomano estuvo reinando allí. Fue quemada dos veces en los últimos diez años como protesta.

Después fuimos hasta un gran castillo de origen desconocido que fue reformado varias veces por Romanos, turcos… hasta que finalmente perteneció a Belgrado con la llegada del siglo XIII.

El símbolo de Belgrado es una estatua de un hombre desnudo con un ave en el brazo que representa la victoria (se llama Víctor. Sí. Otra vez. Tiendas, ahora estatuas. Todo Víctor).

Nuestro querido Víctor (uno de ellos)

Tras acabar el tour, los seis juntos nos dispusimos a encontrar un restaurante que nos había recomendado la propia guía, el cual nos encontramos cerrado al llegar. Decidimos entonces que buscaríamos otro similar del mapa. De nuevo echamos a andar bajo el incesable sol con nuestras mochilazas en busca de un restaurante para probar la comida típica de allí. También estaba cerrado. Y no contentos con eso, el tercer restaurante TAMBIÉN estaba cerrado.
En ese momento decidimos tomar una decisión. La comida típica a las chicas nos apetecía probarla, pero no a cambio de sufrir una insolación por el calor, de modo que nos dividimos. Las chicas fuimos a tomar una hamburguesa y rica ensalada al McDonald’s (bueno, bonito y MUY BARATO) mientras que los chicos seguían con la búsqueda del restaurante de comida típica (que encontraron ya por las cuatro y media de la tarde).

Decidimos hacer planes diferentes, ya que las chicas estábamos saciadas de turismo de la zona. Nosotras dimos una vuelta por la calle de suvenires y, sí, compramos algo. Pero no voy a decir nadita, porque es ZORPREZAAA.
CO-MI-DAAA
Después de descansar tumbadas en un bonito parque y recorrer varias calles, buscamos la de las “cafanas” y nos sentamos a probar la famosa rakija. La señora que nos atendió (en francés), muy maja ella, se sorprendió de que unas mochileritas monas y delicadas y con un globito en la mano  quisiesen probar la bebida alcohólica de la zona.
Lo malo de todo eso de no hablar el mismo idioma es que no siempre te entiendes con todo el mundo, así que de un rakija que pedimos para probar, nos trajeron uno para cada una con un vaso de agua…


RAKIJAAAA 
En fin, la cosa es que el camarero que nos servía (al que hemos apodado Ivan porque a saber qué nombre tenía) era MUY GUAPO. Dadas las expectativas masculinas que tenemos en el grupo… nos viciamos a mirar… (oins, qué pecaminosas). Y bueno, como nos daba pena habernos sentado solamente para probar el rakija (cuyas reacciones al probarlo están grabadas, no tiene desperdicio), decidimos pedir algo para picar.
Una vez más el no saber el idioma nos confundió, y tras pedir algo que pensábamos que sería para picar, nos trajeron un gran plato de una comida cuyo nombre no recordamos (¡¡estaba en serbio, rayos!!) que parecían salchichas de barbacoa. Muy ricas, por cierto.


Al final acabamos cenando bastante bien y fuimos a las nueve al punto de encuentro para coger el tren nocturno de las diez.

El queso delicioso
Muckalica *¬*
Los chicos, por otro lado, comieron en la misma calle que nosotras cenamos varios platos típicos de la zona. Los platos tenían carne, arroz, verduras, queso… También probaron el “muckalica”, una deliciosa carne con cebolla caramelizada (¡mm!). Y después también tomaron rakija.
Fueron al parque de los peregrinos, cuyo señor guardia era muy borde ¬¬
la iglesia ortodoxa
Más tarde bajaron a la zona sur de Belgrado y pudieron ver una de las mayores iglesias ortodoxas del mundo, que a pesar de estar en reformas tanto ella como el parque que la rodeaba, opinan que eran muy bonitos.
También estuvieron viendo una zona repleta de edificios destruidos por las bombas de la guerra, todo muy trágico…
los restos del bombardeo de 1999
Se dirigieron a la Republic Square y se hicieron con una bandera de Serbia. Por último, fueron camino a la estación (llegaron un pelín más tarde, pero se les perdona, no llegaron a ser ni diez minutos).

Allí nos juntamos todos y nos subimos al tren que nos llevaría hasta a Budapest. El trayecto fue una experiencia. Las chicas dormimos medianamente MAL. Pero bueno, era una zona de tren donde, como mucho, podías abrir los asientos para tumbarte. Los chicos ni siquiera llegaron a eso… Se lo merecen por venir a despertarnos, jum u.u

Y eso viene a ser lo que hemos hecho en el día. Aunque lo hemos pasado separados nos lo hemos pasado bien y nos hemos contado nuestras batallitas al final del día… y nuestro camarero quedará grabado en nuestra mente… ains.

LECCIONES DEL DÍA

-Los tours gratuitos son una muy buena opción (y mejor si no hace tanto calor).
 -En Serbia también hay chicos guapos, y chicos MUY GUAPOS, pero se esconden todos en la calle bohemia.
-Separarse unos de otros no es tan malo si al final del día somos capaces de encontrarnos bien.
-Usar un día para descansar y tomarse las cosas con calma sienta bien.
-Belgrado no es tan malo como nos pareció a simple vista. Javi: Sí, la gente en realidad no va con metralletas.

COSTE DEL DÍA

10-13 euros

Os ha informado Elena. Hasta más ver :)

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