miércoles, 11 de julio de 2012

Día 8: ¿¿QUÉ ESPERAS POR 6 €??


Hola otra vez, interraileros desesperados. Aquí  Victor de nuevo retrasmitiendo nuestra llegada al 4º país/ciudad de nuestro fantástico recorrido: Budapest

Llegamos a nuestro destino tras nuestro primer viaje en tren nocturno, un viaje bastante… caótico. Las chicas durmieron como pudieron, pero los chicos peor. Unas turcas ayudaron a las chicas a reclinar los asientos, pero yo me entere a las 4 de la mañana, a 2 horas de llegar. El resto del tiempo, estuve dando vueltas y durmiendo poco tiempo. Salieron a la luz algunos enfados entre el grupo masculino debido a la falta de sueño y agua, pero se resolvieron cuando llegamos.
La estación fue lo único que nos impresiono aquel día
 Saciamos nuestra sed con una fuente, mientras Budapest nos recibía con una enorme y fantástica estación. Nuestro primer objetivo fue ir a cambiar algunos dinares por florines (la moneda de Budapest) y cuál fue la sorpresa para Javi y para mí que los billetes (euros, kunas y dinares) de nuestras carteras habían… desaparecido. Si señores, habíamos sufrido nuestro primer robo de interrail en un tren nocturno. Parece que los ladrones no tienen ningún reparo en entrar en un vagón y rebuscar en busca de billetes. SÓLO BILLETES. La documentación estaba a salvo y nada más faltaba.

Con un cabreo por parte de dos de los miembros que juraron no volver a un tren nocturno, decidimos dejar lo de las monedas para otro momento y buscar un alojamiento, ya que en Budapest el euro está aceptado como moneda.
Fueron como unas 4-5 personas las que acribillaron a nuestra querida Bety con ofertas para alojamiento. No se podía evitar, nuestra pinta de guiri la teníamos marcada con hierro ardiente. Finalmente terminamos cogiendo una oferta especial: Un hombre cambio su oferta de 8 euros a 6 por un apartamento en el que estaríamos completamente solos. No podíamos rechazarlo o eso pensamos al principio.

Quedamos con el hombre en cuestión a cierta hora cerca del apartamento y mientras aprovechamos para reorganizar nuestro planning. Por culpa de ciertas diferencias que tuvimos a la hora de elegir los días que nos quedaríamos en este lugar, nuestras compañeras Bety y Dam estuvieron a punto de decidir irse solas en un tren nocturno por la falta de dinero, pero al final decidimos irnos pasado mañana al mediodía.

Recorriendo las calles de Budapest dirección al apartamento, nos dimos cuenta de que en aquel país la comida rápida y los supermercados abundaban considerablemente, algo que era de agradecer. Eso sí, el exceso de puestos de comida se compensaba con la falta de fuentes de agua potable y eso era una necesidad importante. Tras un pequeña caminata (digo pequeña porque comparada con nuestras marchas anteriores, eso no era nada) nuestro amigo nos entregó las llaves del apartamento o más bien… zulo, el más bonito del mundo, pero zulo al fin y al cabo. 4 pares de literas, una ducha, un váter, un microondas y una nevera eran los ingredientes perfectos para recrear nuestra vivienda “budapesiente”.

El apartamento/zulo/cueva
Decidimos descansar un poco y mientras, nos dispusimos a hablar seriamente. Varias discusiones se habían ido acumulando y multiplicando cada día por los mismos asuntos de siempre, sobre todo por el dinero, ya que nuestros presupuestos eran bastante diferentes. Finalmente llegamos a la conclusión de que no volveríamos a hacer compra y comidas comunales, que nos organizaríamos por grupillos con gustos y presupuestos parecidos.  El otro asunto a resolver era los momentos en que nos echábamos en cara los errores de cada uno. Decidimos dejar todo lo que pasó a un lado para siempre y decirnos siempre las cosas que nos llegaran a molestar en el momento, en vez de guardárselo y explotar cuando fuese.

Muy bien, ya teníamos alojamiento y habíamos resueltos nuestros problemas varios (son normales en la convivencia, no se pueden evitar). La siguiente misión era buscar comida y para ello necesitábamos la moneda de aquel país: El florín. Además de los puestos de comida rápida y los supermercados, había que añadir que las tiendas de cambio de moneda desbordaban, por lo que cogimos una cualquiera y nos dispusimos a hacer el “change”.

Por mi parte tuve que recurrir a 50€ de los 100 que guardaba en el fondo de la mochila. 10 euros los cambie a kunas y Mariano me dio algunos dinares para recuperar alguno de los recuerdos que “el ladron@ nocturn@” me quitó. Descubrimos que a diferencia de Zagreb y Belgrado, aquí las cosas se vendían al mismo precio que en España. Se nos había acabado el chollo de los países baratos.
De todas formas nos dimos un capricho en el Starbucks
A la hora de la compra, nos  dividimos en chicas (fresas, pescado, poca cantidad) y chicos (embutido, cosas de picar, mucha cantidad) aunque Eri y yo compartimos una bolsa de café soluble. Parecía que el asunto de separar las compras en grupillos funcionaba, aunque aprovechamos la hora de comer para terminar el embutido que compramos en Belgrado (era demasiado y ya estaba sudando)

Mirando tours y excursiones varias, Dámaris nos informó de que unos amigos húngaros suyos se habían ofrecido a enseñarnos la ciudad al día siguiente, por lo que tuvimos que ir a visitar el estadio de la ciudad y familiarizarnos con él, ya que en la entrada de dicho estadio era donde el autobús dejaría a estos chicos.
Totalmente agotad@s XP
Rodeamos el estadio, nos informamos de cómo salir del país y nos dimos otra caminata dirección a la típica calle comercial, aunque tampoco es que impresionara mucho. Habíamos acordado que esa tarde seria de relax y no de hacer turismo, pero estuvimos caminando por todos lados sin destino alguno, ya que, de momento, Budapest no nos estaba ofreciendo nada interesante.

De vuelta al zulo (“cueva” según Mariano) tuvimos algunos problemas con él. El más preocupante para todos fue el calefactor de la ducha. Algunos de nosotros servimos como experimentos para comprobar su funcionamiento (no sabíamos que el agua fría podía llegar a esas temperaturas tan bajas), pero que mas podíamos pedir, nos había valido 6€ y tampoco podíamos exigir.
Ciertamente fue un día bastante aburrido en Budapest. Andamos sin rumbo alguno y esta ciudad tan conocida no nos estaba ofreciendo nada nuevo. Tal vez fuese solo casualidad pero daba la impresión de que los países más valorados nos estaban decepcionando.

Finalmente me despido con unos 45€ menos en el bolsillo y con una decepción de Budapest. Seamos realistas, no todos los días iban a ser un camino de rosas.
Corto y cierro

LECCIONES DEL DÍA:
-Si cogéis un tren nocturno proteged exageradamente vuestras pertenencias o haced turnos para dormir (si es que a eso se le pudo llamar “dormir”)
-Cuando notéis que hay demasiadas discusiones al día entre vosotros… HABLAD. Es lo mejor para arreglar los problemas. Decirse las cosas a la cara tranquilamente es mejor que insultarse en medio de la calle
-Si tenéis la suerte de convivir en un grupo que tenga vuestros mismos gustos… FELICIDADES. Pero ese no es nuestro caso y comprar y pasear en grupillos no tiene por qué ser malo, siempre y cuando por la noche estéis todos vivitos y coleando en “casita”
-Si ha costado poco, no esperéis calidad.
-Las ampollas se pueden curar, pero te aseguro que volverán a salir. Lo mejor es seguir caminando para que se conviertan en callos (Javi: Y luego pagarte una sesión de pedicura cuando vuelvas a casa)
-Infórmate bien antes de ir a alguna parte de la ciudad. Caminar es bueno, pero caminar en vano no resulta agradable.
-Llevad dinero de sobra (en la tarjeta me refiero). Ir con lo justo puede dar lugar a problemas

Coste medio: 15 €

No hay comentarios:

Publicar un comentario