martes, 8 de enero de 2013

Viaje a Tánger- Día 2 (03/01/2013)


Pasamos una mala noche porque mi abuelo, quien está medio sordo, se durmió con la tele encendida y el volumen hasta los topes. Nos fuimos a dormir a las 21.45 de aquí, una hora más tarde en España.

A eso de las 22.21, cuando ya no soportábamos más el sonido de la tele, fuimos a intentar llamar al abuelo. Había cerrado su habitación con cerrojo, por lo que mi hermana tuvo que salir a la terraza, queriendo colarse por la ventana en la habitación de mi abuelo, pero yo la dije que era mejor que cogiese el mando de la tele del salón y lo apagara desde la ventana.

Misión cumplida. A la mañana siguiente se nos quejó de que le habíamos desintonizado todos los canales en español…

No dormí nada bien, porque mi abuelo tiene la costumbre de dormir sobre colchones más duros que el suelo, y lo peor de todo es que la almohada no era menos dura, aparte de alta (y yo cuellicorta)
Me desvelé a eso de las 3.02 am y me volví a dormir la cerca de las 4.00am. Adivinad quién había puesto la radio a esas horas.

El abuelo encendió la luz de golpe diciendo “buenos días, ¡¡arriba!!” mientras nos daba unos  vasos enormes de zumo de naranja (aquí las naranjas las hay hasta del tamaño de mi cabeza, y fijaos que yo soy cabezota). Eran las 6.50, y de noche. Y mira que mi abuelo dijo que nos despertaba tarde para lo  que él se solía levantar (seguro que se levanta normalmente a las 4.00am para entrar a trabajar a las 5.00 am ó 4.30am)
Me he duchado y lavado el pelo con aceite de baño porque no sé cuál era el champú (mi abuelo está calvo, pero según él hay champú en el baño… no sé yo dónde)

Mientras Irene se cambiaba, he visto amanecer. Aquí el sol sube tan rápido como cae.

Con el pelo mojado y un sueño terrible, hemos salido de casa a las 7 y poco, a comprar una torta de algo parecido a maíz que llena muchísimo, dos mordisquitos han sido suficiente como para sentir que iba a estallar. Quizás puede  ser también que iba llena todavía de la cena del día anterior. Una pedazo de torta por 50cent, todo hay que decirlo.

Luego fuimos, conduciendo temerariamente, al taller. Al lado del taller hay una granja, nos han traído leche de vaca, nos la han hervido y nos la hemos desayunado. Está realmente MUY fuerte, entre esa leche y el queso de cabra no hay mucha diferencia… También nos han cebado con más torta marroquí.
Luego nos hemos puesto a estudiar, al menos yo, Irene se ha quedado con Sami (el hijo de Bouchera, de 3 mesecitos) haciéndole de reír y eso.

Tras largas horas de estudio, salimos a comprar el segundo plato. Hamburguesas muy poco hechas en un sitio que parecía un mercadillo pobre. Aquí os dejo una fotico de las vacas reshoulonas degolladas mirando hacia la Meca.

Comimos, estudiamos un poco más y salimos a ver la playa.






Vimos la playa, el chalet de Felipe González, el palacete de vacaciones de la familia real (bueno, eso lo vimos de lejos porque no se podía pasar, obviamente). La playa era la del mar atlántico, daba al suroeste (justo la dirección contraria a la Península Ibérica). Era bastante bonita y hacía un viento tremendo. El sol comenzaba a descender.

Seguimos con el coche la ruta de la playa, y una oveja intentó arroyarnos con su cabeza hacia el coche, y como es oveja no tenía cuernos, no sé de dónde saca ese complejo de cabra (aquí nadie respeta los pasos de cebra, ni los coches, menos aún los propios peatones y las ovejas ya ni te cuento)
 [Y es aquí donde Irene empieza a escribir desde su punto de vista el viaje ya que ahora toca lo más cómico del día, algo mejor que las ovejas con complejo de cabra]
 Mi abuelo nos llevó a un restaurante que estaba cerca de un faro, allí pedimos lo que yo pensaba que sería la cena. Una vez sentados tuvimos varios problemas para entender la carta, ¿qué narices era “poule” o “fromage”? Conseguimos suponerlo gracias a Dámaris y como tenía hambre de salado pedí crêpes au fromage (Crepes con queso) por algo menos de 1,7€ y mi hermana y abuelo unos zumos de naranja con zanahoria.
 Cuando vino el camarero tuvimos que señalarle cada cosa de la carta y mi abuelo empezó a vacilar (él decía que hablaba árabe) por lo que el camarero tuvo que volver, asustado,  a preguntarle a mi hermana de nuevo qué era lo que habíamos pedido.
Extrañas historias ¿metafóricas? Estuvo mi abuelo contando durante la espera “¿Qué sentirías si estuvieras todo el día rodeado de agua? Porque tu tía Cristi se fue de crucero el año pasado y blablabla” Y cosas raras del estilo con una introducción de película de miedo para luego contarte una anécdota que ya conocíamos pero habíamos olvidado.
Los zumos ya llegaban (POR FIN) y el camarero traía las 3 cosas pedidas en tan solo un viaje. Un terrible error, porque intentó asesinarme tirándome la copa encima y menos mal que era un zumito de nada que nos manchó a mi abuelo y a mí (A mí toda la pierna derecha) con grumitos y un olor de zanahoria que me iba a hacer vomitar aunque supuse que el zumo debía saber bien.
Sin saber qué hacer y con un montón de zumo,  cristales rotos por el suelo y un camarero que desconocía mi idioma me quedé mirando a mi abuelo hasta que me dijo que fuéramos al lavabo y allí comenzó una divertida aventura de encontrar algo con lo que limpiarme

Primero no había absolutamente nada con lo que limpiarse, y pensé en echar agua pero eso empeoraría la cosa así que para mi suerte vi que en la papelera había papel higiénico casi sin usar.
 Estos son mis instintos de supervivencia: si no sabes con qué limpiarte usa lo que encuentres en la papelera, pero sucedió que al mover la papelera había un rollo de papel. Gracias Señor mío. Cuando volví hacia la mesa vi como la chica y el camarero habían terminado justito de limpiar el suelo y ya estaba el nuevo zumo y mis crêpes listas en la mesa. Al ir hacia allí la chica me miró (y reconoció, vergüenza extrema) sonrió y me dejó que pasara yo primero. Los modales en este país son sorprendentes, y a la vez me hace sentir algo incómoda.

Comimos, todo muy rico y estaba llenísima por lo que mi deseo principal era volver a casa y no fue así.
Fuimos a ver la mezquita (que yo ya conocía) y después a casa de Bouchera donde allí cenamos.
Nos dieron zumo de aguacate que mi abuelo quería que probáramos y como su sabor era tan… curioso que me lo bebí todo del tirón, pero mi colmo fue que Bouchera me sirvió de nuevo mientras decía lo sorprendida que estaba de lo rápido que he bebido para no tener hambre y en esta segunda vez ya no pude y dejé el vaso a medias, también nos dieron más tortas, bizcocho de dátiles y nueces, y ofrecieron té pero no podíamos más. Aún así, nos atiborramos.

De camino a casa pasamos por un supermercado y compramos el desayuno.

Una vez en casa tuvimos que ir a comprar champú al mismo supermercado. La chica de la caja me reconoció por ser la chavala esa que había pasado hacía minutos antes y yo la recordaba a ella como la chica de la mano con henna. Mi abuelo me explicó que es lo que se pintan para las bodas y después mi hermana me volvió a explicar la misma cosa.

Y en estos momentos estoy muy cansada, me duele todas las extemidades y lo peor es que no tenemos televisión española. Esto último es malo porque yo tengo la culpa de que no lo haya, cosa que es mentira.

Sayonara amigos.

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